Conozco
el miedo
el
silencio del ciervo herido
que
se arrastra en la llanura sabiendo
que
nadie va a ayudarle
(Yo
fui ese ciervo
en
la estepa desolada)
En
noches intocables
me
deshice de angustia
en
las calles sin memoria
de
esa ciudad - burdel que no recordará
ni
mi nombre, ni mi risa
ni
la desesperación de mis palabras
(Allí
hasta la muerte es mentira
impostura
y mascarada)
En
un luminoso, muy pequeño apartamento
custodiada
por los ojos apagados de mi perra
y
mis libros, mis fantasmas
tejí
la estrategia del olvido
(el
perdón y la distancia)
Curé
yo misma,
a
lenguetazos y una a una
cada
una de mis llagas
Herida
a muerte en la guerra
de
la vida y las palabras
elevé
con fuerza y canto un
grito
que estremeció paredes y grafitis
que estremeció paredes y grafitis
estaciones,
madrugadas
Nada
queda de mi, en esa ciudad esplendorosa
levantada
con sangre humana y aguardiente
risa
y mambo, cocaína y mariguana
Nada
queda, ni la crueldad de un mal amor
ni
mi esperanza, ni mis besos, ni mi rabia
ni
mis muchas maneras
de
hacerle trampa a la distancia.
Eva Durán
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